Pocas dudas puede haber de que Xavi superó con nota su primera media temporada como entrenador del Barcelona: no es menos cierto que sufrió algún tropiezo sonado como la debacle en la Europa League ante el Eintracht o la derrota en casa ante el Cádiz, que cortó de raíz la persecución liguera al Madrid, pero levantó a un equipo que estaba en la lona y, lo que es más importante, insufló esperanza y buenas señales de cara al futuro. El 0-4 en el Bernabéu fue el mejor argumento para creer en su proyecto, sazonado con un sonoro mercado de fichajes en el que se reforzaron todas las líneas con jugadores importantes, pero hoy, el día en el que regresaban al estadio madridista, la derrota por 3-1 no es sino la puntilla de una semana en la que saltaron todas las alarmas por un nuevo desastre continental.
El Barcelona jugó bien sus cartas en el último mercado de invierno: llegaron Aubameyang, Ferran Torres y Adama Traoré en la que era la línea más débil del equipo, un ataque que había perdido nada menos que a Messi. Oportunidades de mercado y un descarte del City otorgaron una vida extra al equipo, aportando gol a un conjunto que funcionaba bajo la batuta de Xavi. Una vez terminada la temporada, con sensaciones positivas teniendo en cuenta cómo empezó, las célebres palancas suponían una huida hacia delante con el objetivo de armar un equipo campeón, de aderezar con buenos futbolistas lo que se había construido en los meses anteriores. Koundé, Christensen, Kessié, Raphinha, Pablo Torre, Marcos Alonso, Bellerín y el galáctico Lewandowski como nuevo referente significaban un mercado de campanillas con el que había que pelear por todo, y con ello y no menos importante, generar ingresos. Pero las intenciones y los resultados han ido por caminos diferentes.
En liga han cumplido, aunque los últimos partidos estaban dejando algunas dudas, pero el doble tropiezo ante el Inter, muy irregular esta temporada en la Serie A, ha dejado al club en una posición comprometida: toca ganar al Bayern y esperar la machada del Viktoria Plzen en el Meazza. No imposible, pero difícil. La derrota en el Bernabéu tiene, además, mucho de simbólico: con menos piezas, el Barcelona iba la temporada pasada por el camino correcto, y ahora, con una plantilla con mucho más brillo, el proyecto de Xavi comienza a generar dudas entre los suyos.
Por su parte, en el Madrid hubo menos cambios: el doblete era razón suficiente para no cambiar mucho de sitio las cosas. Llegó Tchouaméni y se fue Casemiro, y Rudiger fue un buen añadido para la defensa. Además, los Valverde, Rodrygo, Vinicius y Militao progresan adecuadamente. En lo que respecta al equipo, el hallazgo más importante ha sido que aprendieron a sobrevivir sin Benzema, lo que parecía improbable meses atrás. La lesión del galo puso a prueba al resto, y sacaron las cosas adelante. No obstante, qué duda cabe de que todo es mejor con él.
En el último clásico oficial, su ausencia se dejó notar demasiado y el Barcelona fue un ciclón: fueron cuatro pero pudieron ser más. Meses después, el partido ha sido muy distinto: tuvo algún buen tramo el equipo azulgrana, pero el Madrid demostró más empaque, más oficio. Esta semana horrible del Barcelona no debería tambalear los cimientos del proyecto de Xavi, pero ha abierto la puerta a las dudas.
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